LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Nosotros los terrícolas deberíamos  mostrarnos más resignados a que el planeta se mueva, pues inmemorialmente  ha girado sobre su eje dando lugar al día y la noche; bambolea desde la primavera al invierno y marcha raudo en una órbita alrededor del Sol por cada  año que pasa.  Pero además la corteza terrestre está formada de placas que flotan con vaivenes sobre el centro fluido de esta gigantesca roca que habitamos.

El movimiento es lo más inherente a este mundo. Pero el hombre es necio y tenaz con eso, lo que explica su exagerado rechazo al sismo y su fijación con los sismógrafos. Está bien eso de obligar a la gente a construir  con firmeza y a disponer de vías de escape desde edificios altos o de concentración de público. Y está bien que de vez en cuando elevemos alguna oración al Altísimo, llamado también “Gran Arquitecto del Universo”, para que  los remezones siempre vengan de a poquito o, lo que sería mejor, que deje dicho temprano, mediante alguna señal, el momento y el lugar en que el terruño va a temblar con exageración.

Reconozco que es poco probable que el Creador acepte dejarnos sin sorpresas, felices  o desagradables, pues ya una vez la Virgen intentó con los “Secretos de Fátima” adelantarnos el futuro y entre los Papas que fallaron embargando las novedades y los hombres que siguieron tan pecadores como siempre, las premoniciones resultaron un fiasco.

En virtud de que existen tantos otros hechos peores que el acto de moverse, como el de la estática corrupción, el hambre global que no se deja comprimir y la criminalidad que sienta reales haciéndose fija en la realidad, exhortamos a todo el Género Humano, y en particular a los dominicanos, a trabajar más por la solución de los problemas cotidianos  contrarios al bien común y por la abundancia productiva y la justicia, algo que muy bien podríamos hacer  después de cada temblorcito y en  lo que llega el siguiente.

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