En sus asientos para una repetición de la contienda
El solio es fascinante. En un país en el que muchos individuos están dispuestos a todo por menos que una silla demostradamente carente de alfileres – debemos dejar de criticar a quienes en la ingente lucha por terciarse la banda, desarrollen adicción.
Hay, desde luego, aspirantes que no tendrían mucho derecho a la búsqueda permanente del poder. El general Pedro Candelier supo promover su versión de macana, macana, macana como alternativa a los males, y quedó atrás como el político que se le adelantó patentizando garrotazos: don Homero Lajara. Procede engavetar la fórmula.
Amable, el ex invicto, para repostularse tendría que cambiar de Virgen, porque lo que es la de Higüey, le falló hasta en su propio territorio. Un cambio dogmático, en un país tan católico, estaría lleno de riesgos, además de que Nuestra Señora de las Mercedes debe tener muchos compromisos con los cibaeños que descienden directamente de los conquistadores.
Con Vargas Maldonado ocurrió algo bastante diferente. A pesar de que se le atravesó una antipatía clerical, puso el jacho a brillar aun perdiendo. Solo con un milagro hubiera podido vencer a Leonel, además de al Estado. Nunca dijo a qué santo se confió, pero es evidente que le falló, tanto como el aliado que descendió de Cambita.
Quien pierde en buena lid, como él mismo dijo, tendría derecho a otra oportunidad, y a tratar de sacarle provecho a los años de crisis que esperan a esta gestión. El mantener sus aspiraciones es algo que cae por su propio peso. Pero como aquí los pesos cambian constituciones en un abrir y cerrar de ojos, el destino tenderá a repetir a su contrincante. ¿Quién pagará más?