LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

La impaciencia criolla por la llegada de Navidad es notable y se manifiesta, como siempre, acompañada de esfuerzos por influir y comprometer a la gente con el gasto ambicioso “de temporada”. Qué lejos estaban María y José de que la era que ellos comenzaron con el niño Jesús en un humilde pesebre entusiasmaría después  hasta el paroxismo a todo el que tuviera una mínima vocación para el comercio, secundado  frecuentemente por aquellos que cultivan la fascinación por una nevera nueva, un televisor, muebles, cortinas ropas, comilonas y tragos.

En verdad parecería que la mayor parte de lo que se industrializa o envasa en el mundo está destinado a la fiebre de pascua  con sus manifestaciones de consumos y jolgorios, cuyos signos precursores comienzan cada vez más temprano en el calendario. A ese paso de villancicos precoces y diversas versiones del árbol de navidad en las vitrinas de la ciudad, las ambientaciones propias de Nochebuena y Año Nuevo comenzarán su aparición desde junio o julio. Y si la economía mejora, las deudas que la gente contraiga en equis  año se agregará con creces a las del tiempo siguiente.

Algunos  señores, de esos desabridos que nunca faltan, suelen hacerse los desentendidos, afirmando que “Esta navidad está muy fría todavía”. Luego las cifras sobre víctimas de accidentes de tránsito y riñas estimuladas por el alcohol, las intoxicaciones y los actos de violencia de género subrayarán que en verdad en diciembre es que más se calienta la vida.

 

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