Quisiera ser audaz esta vez y ponerme al borde de la herejía. Quién sabe lo que de este ejercicio fantasioso se derive. Imaginar a un gobernante que en este pedazo de trópico con variedad étnica y pronunciado mestizaje albo-azabache diga: Voy a actuar como si este país estuviera subordinado a la lógica.
Pararé en seco el cooperativismo a que se sienten tentados mis jerarcas con amigos y familiares que en demasía pasan a las nóminas. Y no me condoleré del corifeo que en imprudencia quede con mucho oro entre las uñas al bregar con valores públicos. Al blando irresponsable que se aleja de su obligación de llevar por recto camino a una pública función ya no le diré: profesor, ocúpeseme más para que no se dañe por completo esa Secretaría.
Lo mandaré al carajo o a las rejas si hay motivos suficientes. En añadidura, voy a mirar más hacia los pecados inminentes, dejando atrás las tolerancias inauditas para que haya presos en vez de presas sobrevaluadas. Y para que cuando alguien quiera repartir con gratuidad ilegal los dineros de la Lotería a todos los diputados de la geografía, se le pele el billete antes de que esos cuartos lleguen siquiera a dos provincias.
Cesen desde ahora mis atávicas debilidades personales por artífices de metros y Sunlands que conducen a derroches y a pasos inconstitucionales. Voy, en fin, a poner en uso unas preteridas funciones testiculares sin temor a que después tenga que venir la OEA rescatarme.