LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Zulú, el jornalero cortador de ramas, es un benigno deforestador urbano, solícito de verbo pero conservador para bajar el lomo. “¡Cuidadito compay gallo que la artritis acaba.” (Una mentirita de salón). Pero en su retórica elemental, rupestre si se quiere, se iguala  hablando a políticos y gente de poder. Ningún gobernante, secretario de Estado o turpén fáctico renuncia a los lugares comunes de atribuir las críticas que le irritan a “afanes conspirativos”, “intereses particulares”, “conspiración mediática”, o “propósitos políticos” para tratar  de neutralizar a los demás. Zulú también se vale  de un vocabulario de alta subjetividad para sus fines.

Si necesita que alguien mueva su auto del frente para él trabajar con un poco más de comodidad dirá: “el palo grueso que moveré podría caer sobre su Audi nuevo”. Estudiando el caso uno no logra encontrarle fundamento a la advertencia. Cuando el proverbial desyerbador quiere irse temprano a casa,  cualquier nubarrón de esos que en esta época se diluyen tan rápido como llegan, a él lo moverá a decir: “¡Lo que viene es un diluvio. Tenemos que dejar esta tarea para mañana!”.  El apetitoso olor a un guiso del que quisiera  ser partícipe gracias a la  usual hospitalidad de cualquier vecina, hará que se le oiga decir algo como: “nunca desayuno y desde que dan las once siento que me voy a desmayar” (¡Mentira del tamaño del monumento a Montesinos!). ¿O será por eso que luego de cada ingesta descomunal cae  redondo para  una larga siesta a la sombra del almendro?

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