China marcha en su modernización del socialismo con un menjurje a las espaldas. En su marco irregular de derecho a la riqueza, mas no a la libertad política, los encantos de Gucci, Cartier, Lamborghini y parques Disney para una minoría tienen la curiosa protección de una filosa espada de inspiración maoísta que se llama el Partido Comunista que no cree en el cuento de la pluralidad de partidos y sí en la pena de muerte por cualquier quítame esta paja.
Ahora el espíritu de Marx tiene el complemento de Wall Street y uno puede imaginarlo incluso en coincidencia con los Chicago Boys de Milton Friedman o con usos occidentales a lo Berlusconi, pues en Beijing no hay menos damas de compañía sedientas de dinero que las que tiene Il Cavaliere en su paraíso sardo. Pero al mismo tiempo, China tiene ahora más proletarios que antes sin el derecho a mandar, como no lo tenían cuando la dictadura era supuestamente de ellos. El comité central sigue siendo el único poder. Hay quienes dicen que China es el futuro porque socializa (?) al capitalismo. Y que los trabajadores estarán conformes siempre con la simbiosis en uso porque genera empleos.
Los integra a consumos del American way y ha hecho crecer la economía, lo que quiere decir que los mártires del extremismo chino de un intenso pasado trabajaron para el inglés y para todo inversionista que quiera sacarle el máximo provecho a una mano de obra barata.