LA COLUMNA DE HORACIO

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Volver a los orígenes
 “Socio comercial”, hablando de países, es aquel que recibe productos criollos para luego hacerlos que vuelvan a su  lugar de procedencia con precios más caros, un intercambio en el que los dominicanos exportan sus riquezas naturales y su mano de obra barata para que entonces la contraparte le agregue valor a las cosas y obtenga el mayor beneficio.

Un pedazo de la loma La Peguera, de Bonao, podría estar, gracias a su  ferroniquel, en el 60% del jet en el que estén viajando muchos conciudadanos; es probable que no reparen en que han tenido que montarse sobre un derivado de la tierra del Cibao para volver a él. Lo único es que cuando el metal fue exportado lo pagaron por un ínfimo porcentaje de lo que pasó a ser luego su precio “de mercado”.

Un artículo Guy Laroche, o Ted Lapidus   puede que resulte, para el que aquí lo compre, un producto  que en realidad es de la baratura tercermundista pero que debe su lujo y mejor apariencia a las marcas.

Un costoso juguete de Mattel con el que uno cree que está halagando a un niño con un especial “producto de Norteamérica” podría servir, más bien,  para matarlo porque sucede que fue hecho en China, en los antípodas de la civilización occidental.

El ex recolector de cacao que luego hizo fortuna y volvió rico de la diáspora, creería que le está regalando a su amada una cosa del otro mundo al poner en sus manos unos finos bombones suizos, que en realidad, días antes no eran más que una pegajosa materia prima de origen nacional.

Existe también una decepcionante re-exportación de lo nativo que proviene de los Estados Unidos, un país que,  al parecer, “mejora” considerablemente la condición delincuencial de algunos compatriotas que son regresados con la categoría de ex convictos en diversas ramas del quehacer delictivo.

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