LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Zulú, el desyerbador citadino, contradice a lo mediático, digamos que la más de las veces. Fue tardío como el oficialismo en configurar la crisis en su verdadera magnitud, en gran medida porque en la casa de su empleador preferido, que es la familia Pérez, los tiempos malos parecen gripecitas para tizanas con aspirina. Un  lunes le alcancé a ver asueñado, a la sombra del almendro, frotándose un vientre  recién abultado y con un palillo entre los dientes mientras de un cercano  aparato de radio algún noticiario post meridiano llenaba el ambiente de noticias sobre violentas protestas callejeras  por el alto costo de la vida, la criminalidad y los apagones en más de una localidad provinciana. “Hoy hace calor, demasiado calor, para que estén hablando tantas pendejadas”, comentó con absoluta despreocupación sobre lo que las encendidas ondas hertzianas traían con insistencia.

Un día después en que estuvo singularmente activo podando  y recogiendo  montones de hojas  y lavando  autos a sus clientes, se despidió temprano y convertido en beneficiario de algún importante cambio de ajuar en el vecindario. Al verlo con  dos cajas   de variadas cosas de medio uso, incluyendo ropas y otros efectos que suelen abundar en  los mejores mercados de pulgas, me le planté boquiabierto para elogiar su buena suerte.

-No piense que todo esto es para mí –dijo con pícara sonrisa-. Voy a compartir con mis vecinos, pues  cuando la situación se aprieta mucho,  ellos sufren más necesidades que yo. ¡Menos mal –le respondí-. Pero admite de una vez que algunas “pendejadas” que se dicen  por ahí  tienen mucho sentido.

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