LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Hay que haber estado alguna vez en lugares de corte y “arrimo” de caña de azúcar para apreciar en su justas características el trabajo del carretero y guía, que debe lograr la llegada a tiempo y en buenas condiciones de la carga destinada a la molienda allá  en el ingenio. No hay buey fuerte ni yunta que sirva si el que está a cargo no aglutina, disuade  y persuade aplicando la pica para que haya pinchazos (tan imprescindible a veces para que la cosa camine). El objetivo  es que la acción de transportar se dé sin desviaciones  a lo largo del camino.

¡Ven acá Bole’fuego! Ocurre que los animales de tiro llevan nombres, tienen individualidades, mañas, soltura y virtudes.  La coincidencia o destino los reúne para la tarea pero quien tiene que lograr que “mansos y cimarrones”  coloquen la tracción en una misma dirección es el “comandante en Jefe” que no puede serlo débilmente  o de nombre para viajes de Estado, rimbombancias de poder y “tolerancias inauditas”. No se ve bien que el carretero se encabrone demasiado si su tropa funciona mal, si él, visiblemente, no estuvo presto antes para fijar  bien los límites y propósitos. En el a veces bravío pero pintoresco mundo natural suele aparecer lo variopinto. Algún  ejemplar merecedor de que lo llamen “Luna Nueva”, reflejo espléndido de una noche iluminada. U otro que al ser bautizado como “Azabache” denote la plenitud de la oscuridad. El carretero tiene que arreglárselas para que las disparidades no propicien el  error.

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