Que la economía suele crecer, incluso en el difícil año que transcurrió, es demostrable solo con observar a simples ciudadanos y ciudadanas de a pie que aun sin proponérselo contribuyen notablemente al engordamiento de los índices bancocentralinos favoritos de los analistas oficiales. El sub sector de las Telecomunicaciones, con su renglón de servicios de telefonía, experimenta una expansión enorme, suficiente para salvarle los númeritos al gobierno y dar la impresión de que este es un país de empuje que es palante que va.
Pero en verdad, lo que más ocurre es que se está democratizando de manera impresionante el cotilleo gracias a la conexión rápida y fácil entre muchísima gente por la magia del celular.
Muchos miles de personas carecen de empleos, sea porque los han perdido ahora o porque no los consiguen de viejo. Pero lo raro sería que se aparten de la modernidad y que encontremos individuos urbanos que aún pasando crujía renuncien a la comunicación móvil, la que utilizada inteligentemente serviría incluso para alimentar la esperanza de ingresar algún día a la vida productiva, sobre todo si se anda desesperadamente a la caza de trabajo o de posibilidades para emprender negocios informales y sobrevivir al crecimiento sin equidad. Los parloteos telefónicos al granel al que pueden entregarse los desocupados mientras llegan tiempos mejores se convierten así, irónicamente, en un factor de crecimiento de la economía y de la facturación de las compañías del ramo. En definitiva, los jodidos se han constituido en uno de los motores del crecimiento de esta República de nuestros amores.