LA COLUMNA DE HORACIO

<STRONG>LA COLUMNA DE HORACIO</STRONG>

Ellos, los de las altas jerarquías, insisten a veces en obviar al “reportero de turno” para enredarse en supuestas discreciones con los superiores de esos buscanoticias. ¿Qué consiguen? Que a los encuentros de salón acudan periodistas muy duchos que se arman de severos juicios y argumentos además de las preguntas de orden. Ser curioso no basta cuando se está  una atmósfera pre establecida de media luz, cafecitos y bocadillos para generar  confianza y lograr que en esto o  aquello, algunas prendas queden fuera de récord. En la distención del tú a tú,  las reuniones de esa índole  pueden convertirse en un híbrido entre rueda de prensa y audiencia judicial. Aunque no lo quieran, los  jefes quedan expuestos a un jurado que no tarda en tomarse el derecho de  fallar sobre los hechos tratados: “Nos vamos casi tan vacíos como llegamos”.

Lo usual es que en tales cónclaves se arme una competencia de turpenes a ambos lados de la raya (tan importantes ustedes como nosotros). La espectacularidad es parte del asunto y extrañaría mucho que un ejecutivo de prensa  calle ante la falta de revelaciones en el acto de que se trate o que desaproveche la ocasión de bombardearles en sus caras una profunda insatisfacción a   esos mandos superiores.

La mayoría de los directores o líderes de opinión viven de estar en el centro de los escenarios en  curtido protagonismo y  casi siempre en unos medios televisivos que comenzaron  a existir cuando Petán, aquel que decía que el que no sirve para fuete sirve para nalga. Es preferible crucificar que ser crucificado.

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