LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

En estos tiempos de omisiones e incógnitas en los que probablemente el que no corre vuela; época también  de perjudiciales infiltraciones en cualquier esfera, el ciudadano tiene que buscarle interpretaciones  al silencio que a veces oculta interesantes significados. Además ha perdido  sentido  el relacionarlo con el consabido  mutis del teatro.

Nuestros  personajes apelan a la mudez sin desaparecer del escenario por aquello de la continuidad (¿o el continuismo?) del Estado. No siempre deduzca el lector que alguien mantiene la boca cerrada porque nada tiene que decir. Ja ja ja. “Profesor, esas cosas no se baten; tenemos que proteger el olfato”. Tampoco  se debe llegar demasiado rápido  a la conclusión de que “el que calla otorga”. En ocasiones  el silencio  lleva  alguna débil intención  de reprobar sin comprometerse públicamente con la sanción condigna. Un bochecito suave y privado, no más: “Profesor, las cosas debieron hacerse de otra manera”. De todos modos posteriormente la  reparación de daños quedará en el tintero. “La discreción es un recurso barato pero efectivo, profesor”.

Notablemente, en estos momentos  también se calla para aparentar “soluciones”  a los problemas…  por inercia o porque la gente queda tan desconcertada  ante la desidia que  termina por no creer  en la realidad tras  perder de vista los asuntos. “Profesor, ese es un caso cerrado. Ya no tiene sentido hablar de Sun land”. Hay  algo de surrealismo en esto, lo  que en política puede reflejar con enormidad la falta de transparencia. En música, el silencio es esencial para dar expresividad a los sonidos que preceden o prosiguen. En República Dominicana los vacíos sonoros están llamados a estimular poderosamente  la imaginación conjuntamente con la frustración.

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