En estos tiempos de omisiones e incógnitas en los que probablemente el que no corre vuela; época también de perjudiciales infiltraciones en cualquier esfera, el ciudadano tiene que buscarle interpretaciones al silencio que a veces oculta interesantes significados. Además ha perdido sentido el relacionarlo con el consabido mutis del teatro.
Nuestros personajes apelan a la mudez sin desaparecer del escenario por aquello de la continuidad (¿o el continuismo?) del Estado. No siempre deduzca el lector que alguien mantiene la boca cerrada porque nada tiene que decir. Ja ja ja. Profesor, esas cosas no se baten; tenemos que proteger el olfato. Tampoco se debe llegar demasiado rápido a la conclusión de que el que calla otorga. En ocasiones el silencio lleva alguna débil intención de reprobar sin comprometerse públicamente con la sanción condigna. Un bochecito suave y privado, no más: Profesor, las cosas debieron hacerse de otra manera. De todos modos posteriormente la reparación de daños quedará en el tintero. La discreción es un recurso barato pero efectivo, profesor.
Notablemente, en estos momentos también se calla para aparentar soluciones a los problemas por inercia o porque la gente queda tan desconcertada ante la desidia que termina por no creer en la realidad tras perder de vista los asuntos. Profesor, ese es un caso cerrado. Ya no tiene sentido hablar de Sun land. Hay algo de surrealismo en esto, lo que en política puede reflejar con enormidad la falta de transparencia. En música, el silencio es esencial para dar expresividad a los sonidos que preceden o prosiguen. En República Dominicana los vacíos sonoros están llamados a estimular poderosamente la imaginación conjuntamente con la frustración.