La disputa por franquicias
Los grupitos políticos que con más facilidad se fragmentan son aquellos que a su vez devinieron de divisiones y que caen en la mirilla de los niveles superiores de la política muy dados a agitar el brillo del oro ante los ojos de los dueños de franquicias.
Imagino el miedo que invade al jefe de cualquier parcelita electorera que pase a ser codiciada por peces mayores, pues el germen de la ambición por cargos y prebendas ha dividido incluso a familias emblemáticas, colocando a una parte de los descendientes a halar en sentido contrario a los otros herederos.
Yo que fuera pretendido por poseer algunas pobres siglas con su correspondiente distintivo comenzaría por dudar del chofer. ¿A qué hora se fue anoche? ¿Quién lo recogió al partir? ¿Y esa gorra dudosa que le hallé en el baúl, por qué prefiere ponérsela solo cuando está fuera de aquí?
De pertenecer yo a la micro-economía de sectas partidarias tendría que ver que la mujer del César, además de leal en los hechos camina derechito, que evade no solo a hombres apuestos con vocación para el adulterio sino también a aquellos que anden con maletines, y cuyos rostros sean familiares en los entornos y centros de toma de decisiones. Porque la alta política valora demasiado a las avecillas que se dispersan en busca de alpiste. Abandonan el nido con facilidad.
Y si ya no se podría confiar ni en las consortes, supongan la actitud que correspondería frente al primo o sobrino que aceptó a regañadientes figurar como dirigente de alguna entelequia. A individuos como ése, al que no hubo tiempo de adoctrinar (por carecerse de doctrina) bastaría con que le dijeran que fue llamado dos veces desde el Palacio para que de una vez arme sus motetes y se eche al hombro los derechos de propiedad que expide la JCE para largarse.