LA COLUMNA DE HORACIO
Benditos sean los que se van

<STRONG>LA COLUMNA DE HORACIO<BR></STRONG>Benditos sean los que se van

Hoy quiero desperdiciar algunos elogios  dirigidos a  huelguistas y “juerguistas”, esos tipos que causan una paz y un orden que solo se logran cuando ellos hacen mutis, sea porque dejen de transitar con ruidosos e impertinentes vehículos en mal estado; sea porque se trate de ciudadanos que optan por irse a dar sus litros de ron a considerable distancia de donde me encuentro.

El ser urbano vive, en verdad, al revés de la religión. La tortura de los embotellamientos, el suplicio de ir a papeleos de oficinas congestionadas e ineficientes; la desgracia de tener que formar largas filas ante un cajero automático que al llegar nuestro turno se ha dañado o se le acabó el efectivo; la odisea de buscar un sitio para estacionarse cuando acudimos a grandes o pequeños establecimientos, son el verdadero vía crucis del ciudadano, y todo eso cesa prodigiosamente en el momento en que debemos evocar los detalles de la pasión. Son esos los instantes en que precisamente descansamos de lo peor.

Son tantos los torturadores del prójimo que desaparecen de la calle cuando los sindicatos y movimientos populares se paralizan, que uno puede lanzarse a redescubrir la ciudad de uno a otro extremo; internarse por residenciales, visitar museos y bibliotecas, recorrer litorales, discurrir por zonas  críticas de la ciudad que el desorden de vendedores ambulantes y transportistas convierten en cotos cerrados los días normales. Y tras el largo periplo llegar a tiempo a casa.

Ruego a todos los que se proponen liberarnos de su presencia por unos días, sea con el pretexto de lo religioso o de la lucha social, que no me defrauden.  Tomen su “cruz” como tienen previsto y ¡lárguense de aquí!

 

horacio@hoy.com.do

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