No me estoy refiriendo a las armas, cortas y largas, que hubieran sido utilizadas y que deben estar escondidas en algún sitio- de haberse cumplido el pronóstico de guerra civil que días atrás salió en la prensa.
Lo que tomo en cuenta es que la campaña electoral desmesurada que estuvimos viviendo respondía a una dinámica creada sin duda alguna por un derroche contante y sonante. Egresos eyectados para mover la economía, sobre todo en renglones de consumo. Tarjetas, subsidios, empleos, empleazos y empleítos, términos que uso para no hartar con la palabra nominilla.
Flujos de papeletas para mantener activo el proselitismo que devoraba combustibles con transporte para cambiar de sitios a unas masas junto con portadores de consignas, lemas, chismes y conjuras que nunca pueden faltar.
En campaña estuvo activa como nunca una infraestructura para la Compra de voluntades, las que al final estuvieron por exceso de ofertas- sumamente baratas; motivo por el cual había entonces mayores posibilidades de comprarlas.
Ese mercado secundario alcanzó, seguramente, gran importancia como fuente de circulante los días aciagos de la politiquería que redujo a numerosos electores a la casi condición de fichas ganaderas.
¡Traigan un millón de pesos a María Trinidad Sánchez que hay un grupo que solo está esperando esos cuartos para decidirse a votar!. Estoy seguro de que mensajes como éste no faltaron. Sin segunda vuelta, la artillería de los fajos y manojos de billetes tiene que pasar a receso. Los cartuchos que se reservaban para seguir envileciendo gente tendrán que quedarse en sus arsenales y un enfriamiento monetario post electoral no se hará esperar.
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