LA COLUMNA DE HORACIO
Cuando caen aquellas bolsas

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No es fácil de entender, pero lo cierto es que para las economías pequeñas y sin desarrollo, el devenir de los mercados de valores, allá en el Primer Mundo, puede ser de graves efectos retardados.

Lo que en los grandes centros financieros se circunscribe a “depresión” monetaria, de  inversiones y de gastos, en los países rabizas del sistema se convierte en agudizada crisis de subsistencia y hasta de enfermedades nerviosas, pues se encarece lo que importan, disminuye lo que exportan y enflaquecen las remesas y el turismo.

Por menos que eso, a cualquier tercermundista se le caerían no solo las bolsas, sino también las ganas de usarlas, y hasta de vivir.

Existe una destructiva  relación entre los precios de las acciones de General Electric, Bear Stearns y Goldman Sachs y el interés por las legumbres, las playas, materias primas y la mano de obra barata que usualmente existe en las latitudes nórdicas de los poderosos.

Pero mientras esos afortunados del mundo desarrollado acotejan los factores de su economía y reciben cientos de miles de millones de dólares de sus gobiernos en auxilio para  superar la coyuntura sin verdaderos sufrimientos personales, las sopas de los empleaditos de zona tropical, subordinados  al gran consumo capitalista, se quedan sin carne.

La Reserva Federal se mueve con expedita agilidad ante el dilema de las bolsas que se caen.

Pero al habitante de estas islas nuestras  solo le queda dudar entre seguir con sus planes de emigrar que lo conducirían al centro mismo de la crisis, o seguir quedándose aquí a pasar las vicisitudes.

horacio@hoy.com.do

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