Supongo que si los comerciantes denuncian que sus ventas han caído, como indican a su vez agentes inmobiliarios, ferreteros y dueños de tiendas de tejidos es porque la gente común, espontánea y sufrida, se le ha ido adelante al Presidente que todavía hablaba de buscar la fórmula ideal de enfrentar los males de la economía. Él se encuentra en el prefacio de un asunto que para los demás ya llegó a colofones con tonos de epitafio.
Se escucharon brillantes explicaciones a posteriori para jefes de familia que hace tiempo que solo compran dos huevos mañaneros aunque sean cuatro los muchachos. Calcúlese el impacto que puede causar la propuesta de alianza internacional contra las alzas del petróleo esbozada por el gobernante. Ya desde diciembre, cuando la regalía solo cubría la mitad de lo que se necesitaba, la gente comprendió que este no es un problema para ONU ni Cruz Roja. Es mejor encomendarse directamente a Dios.
Además, si difícil sería crear un nuevo orden mundial para que los poderosos carguen siquiera con una parte de los sufrimientos futuros, imposible sería lograr que asumieran alguna responsabilidad por la miseria pasada que a veces hace más daño que la nueva pues la desnutrición causa taras permanentes a la niñez, sobre todo si ha sido alimentada con suero lácteo en vez de leche de verdad.
Muchas familias de clase media buscaban de viejo un sueño dorado: comprar apartamentos. Se han desplomado las esperanzas. Los ahorros no alcanzan aunque ha seguido incontenible el chorro de petróleo financiado. Porque esa es otra: pasar necesidades hoy no eximirá a hijos y nietos de pagar después, y con creces, la energía dispendiada en esta crisis.