Sobre el ejercicio de la voluntad obran con frecuencia las necesidades perentorias y los inmediatismos. De otro modo no hubiéramos tenido tantos salchichones, nominillas,  atractivos nombramientos ni tarjetas de asistencia de efecto instantáneo o futurista. Tampoco se hubiera enseñoreado el transfuguismo de la forma en que lo hizo.

Los expertos consultores de opinión tienen razones de sobra para creer en la veleidad de la gente. No en su firmeza. Y por eso los trabajos de campo de las  encuestas tratan de marchar al ritmo infame de la politiquería y cada cierto tiempo  hay que averiguar si el pueblo piensa ahora igual que en febrero  o muy diferente a seis meses atrás, cuando a lo mejor había menos repartos en camiones o Amable no se había revelado como el Presidente de los Pobres con augurios contantes y sonantes.

Dice que los estudios  de preferencias, científicos y todo, lo que miden es tendencias… ¿pero cuáles tendencias? ¿Las de los estómagos y marquesinas que recibieron sólidas novedades o las de los individuos que en tal o cual momento quedaron fuera de la gracia del sistema y de los beneficios de sus primitivas rivalidades?

Es posible que los boletines del conteo electoral escondan conceptos de la meteorología.  Los escrutinios del Sur tal vez reflejen, aunque la JCE no pueda decirlo, una lluvia dispersa de pollos y fundas del Plan Social. Mientras otros conteos  lo que indiquen sea el fracaso de reeleccionismo por Cotuí como consecuencia de que los subsidios por allí no pasaron de ser  nublazones  con pocas expectativas de comida barata.

Es evidente que la climatología del populismo tiene sus altas y sus bajas.

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