En un país en el que abunde la gente extremosa, con frecuencia veremos que más que pedir, se arrebata. Palabras comunes son bloqueo, paro, neumáticos incendiados y pedreas. Y hasta la Policía tiene su forma arbitraria de protestar contra la justicia -como dijo un obispo- mandando a los sospechosos, sin expedientes ni apelaciones, directamente al Juicio final o a que San Pedro sea el que decida.
En las luchas se habla con hechos. Los distribuidores de gas advierten que permitir que ese combustible se venda en gasolineras sería dañino; y de una vez pasan ellos mismos a causar un daño mayor desabasteciendo al país.
El discurso permanente de los médicos es que el gobierno no atiende al sector salud en sentido general y que por ende les niega mejores sueldos. Los virus hacen su trabajo causando enfermedades. El gobierno hace su trabajo prefiriendo usar dinero en otras cosas que no sean hospitales; y entonces los médicos, para llevarles la contraria a las patologías y a la autoridad, dejan de hacer su trabajo. No se sabría cuál es la acción u omisión que causa más muertes.
Casi todos los transportistas son a su vez guerreros urbanos que cierran puertos y refinerías o que dejan las calles llenas de pasajeros varados. Se imponen como co-propietarios de cada empresa que necesite acarreos queriendo obligarla a recurrir a ellos. Quien quiera tener poder que se haga de camiones, tanqueros, minibuses o carritos viejos. Es el tipo de propiedad que da derecho a pararse en una esquina y decir aquí mando yo. Logran su cuota de poder sin dispendiosas campañas electorales que abruman. El poder de carga, con ejes y toneladas, compite con el poder del voto.