LA COLUMNA DE HORACIO
El preconcepto y otros  condicionamientos

<STRONG>LA COLUMNA DE HORACIO<BR></STRONG>El preconcepto y otros  condicionamientos

Cierto  observador estricto de la realidad, al que tras nacer le sembraron  el ombligo en el territorio neutral de la vida, suele sonreír con tenue ironía para advertir: “no juzguemos a los demás a partir de los prejuicios; seamos objetivos: midamos correctamente a la gente y a los hechos”.

Pero  en  unas tertulias a las que a veces asisto  se huye de la asepsia verbal y conceptual cuando en festivos parlamentos nos  entregarnos a la culpación por instinto. La que  por camino radical conduce a las conclusiones de ipso facto. Si camina como pato, tiene alas de pato y membranas, pato es. En cambio Venancio, un devoto de la sociología, me reprocha: “no vayas raudo a creer que el abogado que te presenté prefiere sexualmente a los seres de su mismo género. Sus trazos feminoides no expresan lo esencial de su personalidad”.

De mi lado sigo remitido a los indicios que me golpean la cara. Quizás porque no soy tan inteligente como él para diferenciar a una mariposa de un gavilán. De todos modos, ese es su derecho; pero debo contar que  una vez Venancio encargó  a alguien la venta de un solar.

Un tipo de maletín dudoso  y saco desgastado que hablaba de abundancia de efectivo por comisiones de exitosas transacciones. Creyó  lo que decía por que en efecto mostraba papeles,  sellos y alegadas copias de escrituras. Yo preferí observar el auto en que el “afamado” agente llegaba a la casa y estacionaba a media cuadra: un desvencijado Toyota del 80 con el asiento de atrás repleto de fundas de panes y galletas. Estuvo claro pues el porqué ese proveedor real  de productos de la harina que asumía la apariencia de promotor inmobiliario jamás lograra la tarea encomendada.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas