A la condición de economía de postre, ganada por República Dominicana por la importancia del azúcar y el chocolate en sus exportaciones, se ha agregado la difusión de otros placeres que van más allá del paladar y que requieren de camas para consumirse.
Dos actividades diametralmente opuestas, pero equiparables en sus frutos financieros, nos distinguen como país: el de gran proveedor de toleteros a las Grandes Ligas, y el de uno de los que más mujeres manda al exterior a recibir los toletazos de hombres hambrientos de sexo: más de 50 mil, según estadísticas.
Por una versatilidad de los récords, podría calcularse cuánto ganan las estrellas beisboleras por juego, jonrones y victorias en el montículo.
En cambio el resultado de la labor en el renglón de favores sexuales es difícil de medir y no es de muchos millones para las players pero genera a la economía unos aportes de notable dispersión por el territorio nacional.
Una pendenciera comadre de Cutupú intuye que la buena casa que construyó la emigrante Josefina se debe a unos euros bien trabajados y no estrictamente con los brazos. Y por los lados de Miches, una señora muy mentada tiene tres hijos varones que no dan un golpe. Esa inactividad se compensa con el accionar de las dos hijas que ganan buen dinero en Italia al tiempo de ser encantadoras.
Se trata de un género en el que se pasa temprano a retiro en función de la productividad y porque, al igual que en el béisbol, para valer en el terreno hay que ser joven además de tener talento, o rápidamente se llega a la condición de agente libre y sin contrato.
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