Después que el Presidente dijo lo que dijo sobre el carácter presuntamente imaginario o mítico de ciertos beneficios que el Estado hace rodar de manera excepcional en tiempos de elecciones, he hecho advertencias a mis amigos. y
Cuando veo a alguien de mi cercanía que es requerido por promotores del releccionismo le resalto que pronto percibiría dos tipos de encantos para atraerle al proyecto: el de la verdad monda y lironda de cheques de adscripción al Fisco más algo en efectivo que llegaría de manera informal; y el de la frase promisoria que sería algo así como: profesor, vote por mí porque de lo contrario se hunde este país.
Estoy convencido de que ambas técnicas pueden tener resultados favorables. El individuo promedio siente efectivo alivio cuando le dicen que alguien, un tanto mesiánicamente, se propone salvarlo del abismo, sin importar que el ofertado salvador haya tenido o no algo que ver con las posibilidades de desgracia.
Pero lo que más interés despierta en el ciudadano que busca con firmeza la forma de enfrentar, sin morir en el intento, las alzas petroleras y los males sociales en general son los avances contantes y sonantes del paraíso que se anuncia.
Está visto que los hombres y mujeres del pueblo creen más fácilmente en la eventualidad de una salvación futura cuando el vendedor de ilusiones comienza a entrenarlos en el rescate a través de tarjetas, inclusión en nominillas, camionadas de pollos o ingreso directo a las nóminas estatales.
Al influjo de esas bondades reales del inmediatismo, les resultaría menos agobiante esperar a que los hechos sean los que digan después si el bienestar y la abundancia alcanzarán para todos o solo para que se construyan dos o tres líneas adicionales de Metro.