Cosas minúsculas están agobiando la vida de muchos consumidores en el mundo. Ya a las crisis de precios, abastecimientos y balanzas comerciales las relacionan más con los plantíos de lo ínfimo que con las guerras y los desastres naturales.
Por lo que estoy oyendo decir, la tostada de mi desayuno tenderá a desparecer porque el trigo con que hacen la harina se necesita más para el etanol que sustituiría a los derivados del petróleo. Total, hay gente que hace tiempo que tienen casi que dejar de comer para poder echarle combustible a sus vehículos. Lo que nos están diciendo con estas innovaciones es que para que las industrias y el transporte en general sigan funcionando de manera rentable, tendremos que echar más pan a las destilerías de biocombustibles que a los estómagos.
¿Y qué será entonces de los vegetarianos cuando los dichosos granos, entre los que se incluyen maíz, cebada y soja, sólo alcancen para resolver el problema de la sustitución del petróleo y para seguir siendo la principal materia prima de diversas industrias cárnicas?
¿Sería justo que un señor, de esos entusiastas de la vida natural y muy prejuiciados con la proteína de origen animal, tenga que esperar a que sus ricas mazorcas se conviertan en chuletas para poderlas comer?
Esta obcecación por convertir masivamente a los granos en fuentes de energía para las maquinarias, que no tienen corazón ni sistema digestivo y a las que daría lo mismo alimentar con sirop que con petróleo, pondrá a la humanidad de patas arriba.
El próximo paso podría ser que esos intereses traten de convencernos de que con un poco de sal, aceite y vinagre, lo mismo que echaremos a los autos podría servirnos de complemento alimenticio.