LA COLUMNA DE HORACIO
La extinción de los secretos
en tiempo de elecciones

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La posibilidad de acudir a la urna protegido por la individualidad y con la sola compañía de la conciencia va a desaparecer.

De ser un discreto acto de la responsabilidad personal, sin observaciones atrevidas ni interferencias partidarias, sufragar el 16 de mayo va a parecerse bastante al hecho de asearse en un baño con paredes de cristal.

Hasta ahí está llegando el interesado sentido de “transparencia” de por lo menos uno de los proyectos en competencia: el de las inversiones fabulosas para contabilizar con minuciosidad el comportamiento electoral anterior de cada sufragante, el historial de adhesiones partidarias a la franca, los reflejos de la íntima convicción, los domicilios previos y los de ahora y hasta las connivencias barriales (¿Con gente de Amable, de Vargas o de entregada amistad a un vector de nominillas?).

Se ha confesado que se pretende auscultar las voluntades para tratar de influirlas para cambiarlas cuando no convengan a la causa.

A mí me da que esa penetración masiva a la intimidad de los pareceres acabará con todas las privacidades y que en los registros a lo hondo de las personas aparecerán múltiples informaciones colaterales. El adulterio de Juana de los Palotes, que a lo mejor es lo que explica algún cambio de su  preferencia; las deudas  de colmadones que por su largueza indicarían que se trata de deudores que arreglan su mundo para beneficiarse de generosidades disímiles  y que  por “dignidad” tendrían que votar en blanco.

Habría, desde luego, votantes erizados y recelosos  que evitarán disentir solo porque algunas cosas le recuerdan a la Gestapo.

horacio@hoy.com.do

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