Se ha sabido que en el marco de la diversidad folclórica del país el control del delito tienen matices de calidad. ¡Ojo! Cuidado si trata usted de auxiliarse de un agente que esté out del Programa Barrio Seguro, malcomido, sin auto patrullero y desviado en su atención por la urgencia de extender el rendimiento de su cheque a un mes entero, pues de ordinario solo alcanza para diez días en cobertura de salud y proteínas para la familia.
Lo más probable es que un famélico persecutor de carteristas que en auxilio de usted acuda detenga en algún momento la acción para advertirle: Me está por dar un mareo porque no desayuné, y me falta la pastilla para la presión que debo comprarle a mi mujer. De la única forma que puedo seguir corriendo detrás del rufián es si me garantizan que la mitad del contenido de la cartera será para mí.
En tal caso no lo culpe demasiado. Aquel pobrete estaría en el derecho de sospechar que en tiempos de campaña y nominillas la ciudad está llena de civiles agraciados que cobran sin trabajar mientras él tiene que sudar atajando uno de bandidajes infortunados que todavía se persiguen en este país: el de los rateros.
Es recomendable que al caminar por la ciudad utilicemos un mapa de los que reparte Franklin Almeyda, pues si sufrimos un ataque anti social dentro de la jurisdicción de un barrio seguro, probablemente seríamos beneficiarios de un esfuerzo denodado por recuperar nuestras pertenencias, y aunque no se lograra tal objetivo, nos quedaría la satisfacción de haber estado asistido por un agente policial de primera que eventualmente podría llegar a ser tan eficiente en su tarea como los delincuentes en la suya.
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