A veces pienso que algunos problemas de tránsito causados por el irrespeto se resolverían si se obligara a una buena parte de los agentes de Amet de nueva ola a usar lentes correctivos.
O ya que el Estado contrató a esa pléyade de casi adolescentes sin revisar previamente su salud ocular, debe tratar ahora de poner las cosas en orden proveyendo gratuitamente a quienes los necesiten unos espejuelos que les permitan detectar, en toda su gravedad, las violaciones de tránsito.
Son muchas las infracciones que en rápida sucesión cometen conductores a lo largo o y ancho de Santo Domingo ante las propias narices de agentes de tránsito inmóviles que se amontonan en las esquinas.
Reto al lector a que trate de recordar la última vez que en su presencia se cometieron atropellos a las normas de tránsito que pusieran en acción a algún brazo de la ley.
Los novísimos agentes Amet cuentan, como es lógico, con dos extremidades superiores pero algunos solo las mueven para rascarse o para tratar de arreglar, a puras señales, el caos de los entaponamientos causados precisamente por el libertinaje de muchos automovilistas.
No obstante algunos analistas dicen que el problema está en la cabeza del país y no en los mandos intermedios, y que el mal de la tolerancia a las infracciones podría tener algo que ver con las próximas elecciones. Los gobiernos de reelección suelen actuar con la convicción de que a ningún potencial votante se le debe tocar ni siquiera con el pétalo de una rosa. En el ínterin los bárbaros del guía y el acelerador podrán seguir llevándose a media humanidad por delante porque se confía en que luego votarán morado, satisfechos por que les respetaron el derecho a manejar como les diera la gana.
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