LA COLUMNA DE HORACIO
Los caros amigos que  se vuelven inconsteables

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El último encuentro de arquitectos de una misma promoción al que asistió Rubén, un antiguo contertulio de  quien lleva la palabra, se celebró en una finca de Yamasá y como siempre había que llevar todo lo que se fuera a comer y beber. Una compra de pollos, chuletas y botellas diversas que duplicaban el costo de la de la quincena del propio hogar. Comprendió que su vida social se ha vuelto incompatible con la crisis.

Pero sus lamentos no sirvió de mucho porque en el fin de semana siguiente las ganas de desbordar consumos se la llevaron a la casa los mismos entusiastas compañeros de profesión y que se le presentaron con las manos vacías. Consumaron una de esas sorpresas que llaman “asaltos” en términos festivos, los que a veces hacen tanto daño material como los de carácter delictivo.

Y no fue que lo tomaron muy de sorpresa. Rubén sabía que aunque su tormento mayor son las deudas que contrajo para disponer de una nueva residencia, sus cófrades estaban decididos a celebrar  la mudanza en grande y a su cuenta. Lo único fue que no esperaba que eso ocurriera tan pronto y la despensa sufrió unos estragos imprevistos.

Los costosos incidentes de su vida en sociedad me han dado material para hacer chanzas a costa de Rubén. Hace poco le remití un E mail recomendándole un curso express que me inventé “con facilidades de pago” para convertirse en ermitaño en un dos por tres. En otro de mis chistes hice referencia a un ancestro que llegó a los 99 años de edad  viviendo como un anacoreta, sin comilonas ni bebentinas, pero que al final no encontró, en realidad, mucha gente que asistiera a su sepelio.

horacio@hoy.com.do

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