Muchas familias de la marginación urbana no calificarían para ayuda humanitaria. Las reglas en vigencia indican que, primero, su desgracia debe ser puesta en claro por algún desatino de la naturaleza.
Los que cometen organismos que deben recoger la basura y no lo hacen, reparar calles y no lo hacen, servir agua potable y no lo hacen esas barbaridades por omisión no son de la competencia del COE. Y desde luego tampoco le sería materialmente posible asistir a todos los golpeados por tormentas de incompetencia con nombres de acueductos, cabildos y secretarías de Estado.
Tampoco podría hacer mucho por aquellos acorralados por el delito barrial; asaltantes, violadores y escaladores de humildes viviendas de los cuatro puntos cardinales. El nombre del fenómeno que deja a los ciudadanos sin protección sería demasiado largo. Habría que llamarlo: La Policía no tiene personal para cuidar los vecindarios porque más de la tercera parte de su tropa está al servicio de particulares y de su propia y distinguida oficialidad. Los malos comportamientos del clima nos han traído sufrimientos identificables con una sola palabra: David, George, Fay, Noel, etc.
En Los Mina hay hileras completas de casitas y suburbios situados al otro lado de troneras dejadas por excavadores que colocaron tuberías y luego dejaron todo aquello arruinado, intransitable, zonas que luego se llenaron de basura. Sus moradores preferirían el ataque semanal de alguna activa onda tropical y no la desidia persistente de autoridades y de un Estado que no necesita comportarse con inundaciones ni vientos huracanados para que la gente sienta los perjuicios que causan.