LA COLUMNA DE HORACIO
Los delitos de cuello blanco, sacos y corbatas

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Es frustrante que, por tradición y uso, cierta alegoría  sea dejada en un solo componente del vestir. Sin otras piezas, la imagen se queda sin decir las cosas como en realidad son.

Puede que, en efecto, alguna transacción oscura y de gruesos porcentajes llegue a su clímax cuando los participantes están todavía en cuerpos de camisa y haciendo tintinar los cubitos de hielo en vasos de whisky. Pero el vestuario de rigor a esos niveles, y de cara al público y a la prensa, es de corte excelente, casimir inglés y la indefectible y fina seda que los caballeros se anudan para que caiga entre las solapas. ¿Ha visto usted a algún prevenido de alcurnia y fortuna que acuda menos de ahí  a las audiencias judiciales, o a las que previamente abren las “oportunidades de negocios” por los que luego tienen que rendir cuentas?

Ya no se puede hablar  de sepulcros blanqueados sino de una apariencia que resulta inseparable de la sustancia. Es imposible referirse a enajenaciones importantes imaginándose  a sus cultores en jeans, casaca y tenis de segunda. Lo primero es que se les podría confundir con  perpetradores sin importancia de esos que mueren en “intercambios de disparos”. Y los señores de alto peculado suelen estar mejor  preparados para morir que para ser “difamados”.

Pienso que para una vestir bien en estos tiempos y no exponerse a los malos encasillamientos, debe preservarse un rostro de individuo infeliz, abrumado por las deudas y el exceso de trabajo, con una elegancia que contraste con el auto utilitario en el que coloca día a día sus posaderas. Ese es otro detalle: aquí nadie puede ir a consumar un timo que merezca aparecer en una antología si carece de yipeta.

horacio@hoy.com.do

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