Es algo que aparece en las alforjas de cualquier dirigente, político o no. A ninguna causa conviene que sus impulsores parezcan intransigentes. Por eso, siempre debe traslucirse vocación de consenso.
Sin embargo, si uno observa bien, descubre que las elecciones dominicanas son shows mortales, pues pasó de cien la suma de difuntos registrados en últimas contiendas. En realidad los lances sangrientos que se derivan del encono ocurren en unos escenarios en los que faltan las caretas que los líderes se ponen en sus citas con monseñor Agripino.
Junto al mediador, la cordialidad y el tuteo entre algún perredeísta de las alturas y un gran señor del PLD dificultaría imaginarse que en ambientes callejeros, tres de los que siguen a uno y tres de los que siguen al otro, solo necesitarían un pote de ron y una cortada de ojos para irse a las trompadas. Hace muchos años, en un inusitado encuentro, el Presidente Balaguer llegó a volcarse en elogios al doctor Peña Gómez diciéndole que ante él se sentía en presencia del dominicano más excelso de toda una generación. En ese mismo momento recorrían los barrios unos bandoleros colorados que buscaban a muchachos que pretendieran parecerse al máximo líder del Jacho para atropellarlos.
En otras áreas se dan desdoblamientos parecidos. Algunos describen como conmovedoras y aparentemente fecundas las coincidencias que en su último diálogo establecieron la Secretaría de Salud y el Colegio Médico. Era como para suponer que después del encuentro algún participante propondría ir al disfrute de un sancocho. Pero no: Waldo Ariel es fiel al librito que le ha dado el mejor average de huelgas nacionales. ¡El próximo paro va! habría dicho mientras engavetaba la sonrisa de la conciliación para una próxima ocasión.