LA COLUMNA DE HORACIO
Palabras y realidades en disparidad

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A veces los hechos reniegan de la forma en que habla la gente por lo que resultan  verosímiles los alegatos de que en materia de conceptualización esto se ha vuelto una birria.

El abogado que divorció a Magdalena de Ramón puso en acta la “incompatibilidad de caracteres” a pesar de que la única incongruencia era que residían en ciudades distantes desde que ella, hace 8 años, se fue para Nueva York para luego “pedirlo”, y él dócilmente lo único que hizo fue esperar  a que  eso ocurriera y todavía estaría haciéndolo si no es porque le llega un acto de alguacil. Vi que  la administración de una  fábrica depuró a un áspero señor que aspiraba a encargarse de la seguridad de la  empresa. Había sido despedido de un empleo anterior por “conveniencia del servicio”, un suave pretexto para salir de un hombre de discordia constante.

La conveniencia  era evitar que un día cualquiera le cayera a pistoletazos a cuatro o cinco trabajadores.  Hace apenas unos años que en la zona colonial desalojaron una casona arrabalizada por familias pobres que la habían convertido en ruinoso condominio. Para cubrir las apariencias hubo que impulsar un expediente en el que el verdadero dueño decía que quería el viejo edificio para residir en él. Consumado el rescate, allí vive todo el que quiera menos el propietario, pues lo que ahora existe es un hotel.

A China debemos un gran correctivo en materia de conceptos. En otros tiempos, cualquier prenda de vestir que uno comprara localmente se exhibía como importada,  aunque se tratara  de un producto de la zona franca de Santiago. Ahora, casi todo lo que uno adquiere en esa materia proviene efectivamente, de las remotas tierras de los mandarines.

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