En la lucha por la subsistencia suele darse un cooperativismo instintivo que distribuye la carga onerosa entre varias espaldas aunque originalmente el infortunio fuera para un solo miembro de la familia o del clan.
El régimen solidario basado en lo afectivo puede funcionar mejor, y es de más tradición que el de las instituciones, si es que existe este último.
De persistir la crisis mundial y desempleos los vasos comunicantes de los parentescos y el cariño van a estar a prueba. ¿Cómo dejar solo a Pepe echado a la calle por la compañía con solo un año de casado y la mujer embarazada?
Los propósitos de lucro, búsqueda de costos inferiores y más ganancia, no dejan en las entidades algún espacio para la piedad. Cuando hay que botar se bota. Y a Pepe que se lo lleve el diablo.
Sin eficiencia gerencial la economía podría pasarla mal; pero si no aparecieran quienes vean a Pepe como un ser aplastado por la contabilidad del patrón, y se solidarizan con él, la que andaría peor sería la humanidad.
Por suerte Pepe ingresaría a los presupuestos de hermanos y compadres. De donde comen 4 pasarían a comer 6 en lo que llega el siete de la preñada. Pero habría que cuidarse de que Pepe no se acostumbre demasiado a ese régimen subsidiado. Que no vaya a creer que el auxilio es un maná para no salir a buscar otra ocupación, porque entonces habría que esgrimir en su contra alguna regla implacable del utilitarismo como la que reza que aquel que no trabaja no tiene derecho a comer. Sépase bien que en el mundo abundan individuos que solo doblan el lomo porque de cuando en cuando se sienten amenazados por los fórceps y esquemas del capitalismo salvaje.