En algunos momentos de la existencia, los matices revelan lo que el absoluto de blanco o negro calla. Algunos pretendientes preferirían que su amada diga directamente ¡no! si eso es lo que por el momento tienen pensado. A otros les alienta que les barajen la negación, pues en el curso de un compás de espera pueden surgir condiciones favorables a un cambio de posición que abra las puertas de la felicidad.
Hasta los acreedores, en el difícil mundo de las adquisiciones a plazo, pueden ir del cielo a la tierra en sus estrategias. No es lo mismo enviar a un cobrador persuasivo de modales y conciliación que acepta tomarse una taza de café en la galería hablando de lo lindo que cantan los pajaritos antes de traer a consideración los pagarés vencidos, que otro que con brega diga buenos días con cara de verdugo y monosílabos de exigencia.
En términos de aspiraciones a mejorías salariales ya no sería lo mismo trabajar para un empleador que para otro. Las perspectivas se muestran diferentes. En un caso pintan hacia lo favorable y en otro hacia lo negativo.
Voces empresariales se hicieron escuchar. De un lado están los que creen necesario que sus empleados ganen más. De otro, la tónica es preservar las utilidades de posibles erosiones si se complace al trabajador. Pero como estas declaraciones de principios han sido dadas por dirigentes y no está claro ahora quiénes de sus iguales seguirán cada pauta, al asalariado no le queda más camino que esperar. Sabe, por lo esencial, que solo se es capitalista para ganar, como solo se es colesterol para estar en las grasas y en la sangre, unas veces a favor del organismo y otras para hacerle daño.