Estemos claro con el Servicio Meteorológico. En el clima intervienen factores permanentes junto a los inestables. Lo preciso son los fenómenos de traslación como ondas y huracanes que se forman en mar abierto. Los detalles que vuelven a la naturaleza insegura, cambiante y drástica, casi como la gente misma, tienen que ver con los relieves y vientos particulares, y disposición de valles y cordilleras del país a que lleguen los fenómenos.
Hemos visto la forma brutal en que en ocasiones los ciclones cambian de trayectoria y hasta se mueven en dirección contraria tan pronto se acercan a República Dominicana, como ocurrió años atrás. O lo sorpresiva y violenta que resultó una tormenta del año 2007, mera depresión que entró en cólera para arremeternos.
Sobre la zona de San Cristóbal acaban de ocurrir embestidas de tornados que nadie podía adivinar. ¿Es tal proceder ajeno al hecho de que también en estos días la delincuencia se ha ensañado contra los antiguos predios de Trujillo? No se podría decir con exactitud científica que sí, pero escuelas antropológicas sostienen que el suelo influye en los pobladores.
La gente puede ser bondadosa en zona árida como compensación a su entorno; o muy trabajadora y planificadora si los drásticos cambios de temperatura la obligan a guardar pan para mayo. Es quizás por eso que vemos naciones difíciles de disciplinar, con muchos de sus miembros en tendencia al ímpetu que quebranta reglas y desorganiza, dificultando la solución a problemas. Las vaguadas y tempestades que de fuera llegan tienen que incurrir inevitablemente en raros comportamientos para armonizar con los que aquí estamos de viejo, luchando contra nosotros mismos.