Tratándose de un recurso no renovable, el petróleo de diversos lugares del mundo va a extinguirse; pero otras cosas esenciales de la humanidad perecerán anticipadamente.
A veces me asomo a la cartera y está casi vacía; un rápido repaso a mis actos recientes explica todo.
Había pasado por una gasolinera y después, al ir a pagar la luz, Ede-Este me demostró de malas maneras, que los aparatos de aire acondicionado y la bienhechora refrigeración de las cervezas son preciosos resultados del crudo de altas cotizaciones.
La liquidez de los pozos venezolanos sobrevivirá seguramente a la de mis ingresos.
Una deprimida amiga de infancia que tiene a sus dos únicos hijos en el exterior me contó de la forma que se han ido enflaqueciendo las remesas con que sobrevive.
Sus descendientes han ido ganando menos a medida que el hidrocarburo cuesta más. Cuando pase de 150 dólares el barril, la triste señora tendrá que haber aprendido a vivir sin dinero o a dejar de vivir.
Carlos Tomás, un vecino que estudia en la UASD que a veces se vale de mí para llegar al campus sin pagar, tiene una lista de renglones que saldrán de su existencia antes de que se agote el oro negro.
Hace tiempo que, victimado por el acortamiento de rutas del transporte, su menudo para la merienda solo alcanza para un quipe con agua fría. Antes eran dos y con refresco.
Y ya ni novia tiene, pues me dice que: tengo que evitar encontrarme con alguien como ella a la hora de almorzar si apenas cargo 50 pesos.
El alza de pasaje que se acerca sería un golpe mortal para él. Su matricula será borrada de la universidad cuando todavía los jeques y Chávez van a tener motivos de sobra para celebras las alzas petroleras.