Grandes y pequeños entes viven entregados al desfase de consumir hoy lo que solo tendrían que pagar mañana, a veces con unos grados de posposiciones que harán llegar las deudas a los posibles sucesores. Gracias a Petrocaribe, miles de dominicanos que ahora habitan el confortable ambiente uterino sabrán al llegar a la adultez lo mucho que cuesta el petróleo, a pesar de que para entonces tendrán que mover sus autos con sucedáneos también carísimos.
El Estado ha servido para crear un mutualismo generacional que condena a los sobrevivientes del desastre de los hidrocarburos a sudar, tributar y coger más préstamos en sufragio de los goces que los presentes logramos por solo tener que pagar de inmediato la mitad de lo que cuesta refrigerarse la vida con aires acondicionados, desplazarse en vehículos onerosos, iluminar sin control y hacer funcionar diversos electrodomésticos.
La suerte de los que ahora disfrutan lo fiado con cargo a solvencias del porvenir es que todavía se nace sin que las criaturas puedan saber antes cómo va a estar el ambiente fuera de las matrices. Y hasta se podría afirma que la procreación, visto el endeudamiento comprometedor de la soberanía, es un deber patrio. ¡A parir mujeres para que luego haya quien dé la cara por nosotros a los acreedores internacionales!. Estamos pues abusando de la inconsciencia y de los derechos de quienes más adelante van a pasar a ser gente en la completa ignorancia de que al pecado original le estamos agregando unos inaguantables pagarés por la energía que se esfuma mientras aceleramos el calentamiento global. Motivo más que suficiente para querer dar marcha atrás en pleno parto.