Querida Mamá:
Tenemos que seguir en contacto, como te dije anteriormente, y necesito que me consigas informaciones precisas sobre los daños que el río causó a la finquita. No te lleves mucho de Colá, que él siempre pone las crecidas a dañar más las cosas mías que las de él. ¡Vaya primo este! Recuerda que en el balance del ciclón anterior los tres únicos cerdos gordos que se ahogaron de la crianza casi común que tenemos resultaron de mi propiedad.
Además no entiendo por qué un ventarrón sólo tumbó los plátanos que estaban sembrados desde la jabilla hasta el camino que eran los que me pertenecían. En el inventario sin testigos que practicó, todo lo que él plantó allí quedó intacto, incluso las mejoras.
Por otro lado, no entiendo qué pasa con Nereyda. Ella no puede creer que Lupino tiene otra mujer, sólo porque corrió para Bonao y la dejó sin dinero desde que comenzó el temporal, como si tuviera allá lejos otros intereses en peligro. Luce que ese es un pretexto para no pagar lo que debe y que tú tanto necesitas para arreglar el anexo. Si cada vez que Lupino va a serle infiel nos va a fallar con los cuartos, borrémosle esa cuenta desde ahora y cobrémosle a él directamente, que es él que estaría saliendo a gozar a costa nuestra.
Me preocupa que el anexo no vaya a estar listo para diciembre cuando iré. Estoy flojo de dinero aquí en Nueva York, pues tuve que ayudar a Martín a salvar una propiedad que le iban a incautar. En estas próximas vacaciones voy a estar chiquito. Cero viajes a Puerto Plata, y por Santiago ni me acercaré. No quiero enredos con la vieja amiga que se divorció. Ningún cariñito superado debe dañarme el futuro con lo caras que están las cosas.