Desde que la prensa pregonó la decisión oficial de vacunar masivamente a los perros y a los gatos para tratar de exceptuarlos de la rabia, cualquier curioso lector pudo pasar seguramente a tomar en cuenta un problema social mucho más grave que es causado por los ímpetus furibundos de ciertos individuos generalmente considerados superiores a los animales pero que pertenecen a su mismo reino.
Lo único es que allá abajo en la escala zoológica es donde quedan los felinos y los caninos. Los angoras y los viralatas.
Una superioridad que podría residir, más que nada, en que saben guardar las formas. No en que aceptan los límites. Ningún gato que se respete toma de lo ajeno más allá de lo que estrictamente necesita para alimentarse. En cambio, el hombre puede seguir bajo la consideración de honorable y escapar a las incriminaciones aunque su fortuna sea fruto del hurto rapaz. Basta con que la Cámara de Cuentas no se dé cuenta.
Sobre los perros, reputados como los mejores amigos de los humanos, entiendo que deberían ser motivos de elogios por solo ser peligrosamente agresivos si contraen la hidrofobia.