LA COLUMNA DE HORACIO
¿Y los suizos, cuándo comienzan a llegar?

<STRONG>LA COLUMNA DE HORACIO<BR></STRONG>¿Y los suizos, cuándo comienzan a llegar?

Si de repente los partidos políticos se lanzaran con denuedo a ser mejores organizaciones, éticamente firmes, idealistas y excluyentes de cara a los individuos marrulleros, tal vez se convertirían  unas entidades demasiado alejadas  de la realidad.

No logro imaginarme un comité de base compuesto por señores incapaces de exigir, al comenzar un día de movilizaciones, suficiente comida y bebidas para tres meses y un turno para reunirse con el candidato a fin de “arreglar su mundo” porque: “yo aspiro a llegar a jefe de transportación en Salud Pública o dejo esta vaina”.

¿Dónde va a aparecer aquí un jefe seccional con autoridad sobre 80 activistas que se conforme con llegar en “concho” a las reuniones  en vez de en una yipeta, y peor aun que a las cinco minutos de haber llegado no le hayan llenado los bolsillos de dinero? Es probable que si un dirigente provincial de los que en el país nos gastamos fuera de idiosincrasia  y tradición europeas no entendería las instrucciones que le dieran en el sentido de: “atraiga al grupito ese que se concentra en el local de nuestros adversarios.

Lleve muchas papeletas por si dicen sí, y dos frascos de gasolina por si dicen no”. A cualquier hombre con hechura moral, recién ingresado a alguna fuerza partidaria local, le faltaría presencia de ánimo para colocarse por orden de sus líderes, en una esquina a preguntarle  a todo el que le pase cerca: “Señor, ¿tiene usted por casualidad  alguna cédula que me quiera vender?” De modo que a las cúpulas de los partidos criollos no se les puede ir la mano en eso de revisar y depurar  filas. Los espacios usualmente destinados a las fichas  del amiguismo tienen que continuar a disposición.

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