La Comisión Dominico-Haitiana

<p>La Comisión Dominico-Haitiana</p>

LEANDRO GUZMAN
Las relaciones entre Haití y la República Dominicana ciertamente pueden describirse como cordiales.

En los últimos años ha habido puntos de entendimiento que demuestran buena voluntad, aunque todavía faltan muchas cosas por hacer. Sin embargo, los mecanismos para fortalecer más las relaciones no han funcionado como se debe. Es una vergüenza, por ejemplo, que desde los tiempos del doctor Balaguer exista una llamada Comisión Bilateral que apenas se reúne, generalmente debido a excusas haitianas de la más variada índole. La más reciente es la de que el Canciller de Haití ha estado “muy ocupado” y por tal motivo no ha podido corresponder a una invitación que le hizo su homólogo dominicano Carlos Morales Troncoso.

Uno se pregunta si para que se reúna la Comisión es necesaria la presencia del Canciller de Haití. Como se sabe, la mentada Comisión está integrada por profesionales y técnicos de variada índole, que tienen la responsabilidad de definir los campos de acción en los cuales trabajarán, para proponer soluciones viables que culminen con buen éxito.

Hay dos temas fundamentales que deberían ser abordados desde hace tiempo por la Comisión: El comercio y la migración haitiana hacia la República Dominicana.

Hasta ahora ha prevalecido un comercio informal entre las partes, que tiene su escenario mayormente en la frontera común de casi 400 kilómetros. Comerciantes haitianos que cruzan hacia territorio dominicano se quejan a menudo de que son extorsionados por militares, lo que habría que demostrar fehacientemente, problema que la Comisión Bilateral podría investigar y sugerir las soluciones correspondientes.

En cuanto a la migración, todo el mundo sabe que en la República Dominicana hay más de un millón de haitianos, la inmensa mayoría indocumentados. Se sabe también que mujeres preñadas haitianas vienen al país exclusivamente a parir, con lo cual logran un doble objetivo: quedarse en el país, en muchísimos casos, pero además mantener sus hijos en nuestro territorio, con la pesada carga económica que eso representa para el Estado Dominicano.

Ese es un punto vital a discutir entre las partes, pero con razón uno sospecha que al Canciller de Haití no le interesa que se acuerde la aplicación de normas claras por parte de la República Dominicana con respecto a los ilegales, cuyo control es difícil para las autoridades nacionales por una simple razón: si deportan cien en un día, al siguiente entran 500.

El Gobierno Dominicano se ve entonces en una situación difícil para aplicar su propia Ley de Migración, pues cada vez que hay repatriaciones masivas surgen voces de grupos de Derechos Humanos, nacionales e internacionales, que hablan de “esclavitud”, “trato indigno”, “racismo” y demás mentiras, cuando de lo que se trata es de ejercer un derecho de soberanía.

El embajador de haití, Fritz Cineas, dice que es poco el contrabando de mercancías que prevalece en la frontera, porque supuestamente Haití no tiene nada que vender a la República Dominicana. ¿Es que el diplomático ignora que cada día aumenta el tráfico de armas y de drogas hacia la República Dominicana, después de haber utilizado a Haití como puente?.

Solamente hay que echar una ojeada a la prensa para uno darse cuenta de que casi todos los días, las Fuerzas Armadas Dominicanas apresan a haitianos con drogas y armas, las cuales son vendidas en el mercado ilegal de ambas cosas.

Esos son precisamente otros temas que tienen que discutir las autoridades de los dos países, sea mediante la Comisión Bilateral o directamente de Gobierno a Gobierno. En tal caso, dicha Comisión debería ser disuelta, porque su infuncionalidad así lo justifica. En dos naciones con problemas comunes, que sería prolijo enumerar, las relaciones entre la República Dominicana y Haití deben ser vistas como las más importantes, similares a la que existen con los Estados Unidos en lo que se refiere a estar como número uno en la agenda diplomática.

Hay que convenir en que los problemas económicos dominicanos son agravados por la difícil situación interna de Haití, cuya sociedad parece que no alcanza a comprender su rol para fortalecer la democracia.

El presidente de Haití, René Preval, podrá estar dotado de las mejores intenciones para encauzar su Nación por la senda de la libertad, el progreso y desarrollo. Pero si no recibe apoyo interno, además del que necesita de la comunidad internacional, su Gobierno pasará “sin pena ni gloria”, ignorándose cuánto tiempo más durará el diluvio político que se vislumbra.

Los haitianos no deberían ser tan displicentes para revitalizar la Comisión Bilateral Dominico-Haitiana, sobre todo porque estamos seguros de que no ignoran que más temprano que tarde en nuestro país habrá una Reforma Constitucional que aclarará muchas cosas relativas a las relaciones entre las dos naciones, entre ellas la que se refiere a la situación de los ilegales haitianos y sus descendientes. La opinión de los haitianos sobre ese tema sería por lo menos interesante.

Es precisamente la inactividad de la Comisión Bilateral que no se han puesto en marcha importantes proyectos de desarrollo en ambos lados de la frontera, para lo cual hay disponibles fondos internacionales, desperdiciándose así la oportunidad de crear obras positivas y generar empleos a favor de haitianos y dominicanos.

Esperamos que el Presidente Preval, que está muy interesado en mantener las mejores relaciones con la República Dominicana, haga saber a su Canciller que se libere un poco de sus compromisos y dedique tiempo a la Comisión Dominico-Haitiana. En caso de que no pueda hacerlo, que haga “mutis por el foro”, como se dice en el lenguaje de teatro.

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