La compasión, creando vínculos con los demás

La compasión, creando vínculos con los demás

Cuentan que Leonardo da Vinci gustaba de visitar los mercados y adquirir animales vivos como palomas, conejos, codornices. Pero en vez de llevarlos a la cocina de su casa, como era de esperar, se desviaba del camino para buscar un lugar en el bosque donde devolverles la libertad. Este pasaje de la vida del gran genio del Renacimiento nos habla de compasión, sentimiento que nos permite amar lo que está fuera de nosotros mismos, lo que, aparentemente, no guarda ninguna conexión con nuestra vida.

Y es que la compasión, lejos de tratarse de mero sentimentalismo, busca expresar en aciones concretas el interés que los seres humanos tenemos por las personas, árboles y animales que nos rodean. Thomas merton define justamente el término compasión como: “La conciencia sutil y penetrante, la relación de todas las cosas”.

La compasión no es una forma almibarada de la bondad, aunque exista la costumbre de confundirla con actitudes de suficiencia , una especie de limosna moral que hay que dar de vez en cuando a los necesitados.

La palabra compasión significa literalmente “sentir con” y presupone que no hay indiferencia hacia los otros seres. No se deriva de un impulso emocional subjetivo, sino más bien de un justo razonamiento, de una transformación interior a la que arribamos tras un profundo proceso reflexivo y al ejercicio constante de actitudes compasivas.

[b]El yo universal[/b]

El que la compasión suponga un esfuerzo y deba cultivarse se debe a que el ser humano en las condiciones actuales ignora su verdadera naturaleza y está como absorbido en el ego individual. De ahí esa especie de miopía intelectual y moral que hallamos en la base de los conflictos sociales y ecológicos.

Es cierto que cada cual se siente el centro de todas las cosas. La conciencia del yo es una realidad natural y necesaria. El problema radica en que, por su misma naturaleza egocéntrica, se vuelve exclusivista: primero yo, después yo, y finalmente yo.

La conciencia psicobiológica nos hace ser entidades distintas, pero formamos igualmente parte de algo común que nos sobrepasa. La piel delimita nuestro ser corporal, pero esto no debería vivirse como una separación absoluta.

Cultivar la compasión hacia nuestros semejantes y el resto de la naturaleza es vivir de una forma más saludable tanto física como espiritualmente. Supone ir más allá de las limitaciones del ego. Significa tener en cuenta todas las personas, no sólo la primera del sngular. Yo, tú, él,nosotros, vosotrosy ellos… En ciertos momentos de la vida podemos experimentar tanto amor que borremos las diferencias entre nosotros y los otros.

Y es que la compasión nace del sentido de la bioética, de ese fuerza que nos impulsa a hacer el bien, a respetar la vida, a no dañar.

[b]ALTRUISMO VS. SOBREVIVENCIA[/b]

Algunos científicos sostienen que no existe el verdadero altruismo, pues este siempre deriva del egoísmo, del simple instinto de superviviencia. Queremos impedir la muerte de los miembros de nuestro clan –parientes y amigos– por miedo a que dejen así de ayudarnos frente al peligro.

Este razonamiento, no está exento de verdad, pues a menudo nos comportamos de manera primaria, pero en una concepción pesimista y reduccionista de la existencia.

Nada impide considerar que si podemos ser compasivos, incluso heroicos en un momento dado, es porque la posibilidad de vencer el egoísmo forma también parte de nuestra naturaleza.

En lo más profundo de nuestro corazón hay una energía cálida y luminosa que es capaz de amor, comprensión y sacrificio.

La palabra compasión puede significar muchas cosas y expresa, en definitiva, una sutil combinación de bondad, respeto, solidaridad e identificación.

Es, por ejemplo, la mirada llena de ternura cuando vemos a un niño en la cuna o a cualquier animal recién nacido, frágil e indefenso. Es la comprensión del sufrimiento ajeno; es advertir el paso cansado del anciano, sabiendo que también nosotros lo seremos algún día. Es una mano que acaricia y que no hiere.

Todas estas cosas, tan humanas nos conciernen y contribuyen con una vida plena. La compasión, en resumidas cuentas, consiste en aplicar una norma ética universal: tratar a los demás como nos gusta que nos traten a nosotros.

[b]Actitud ética[/b]

La disposición a hacer el bien y evitar el mal no debe excluir nada, aunque pueden distinguirse diversos niveles o círculos:

– Uno mismo: cuidar el cuerpo y evitarle problemas es necesario. Reconocer nuestras limitaciones es, además de un acto de humildad, una sutil forma de compasión hacia la condición humana.

– Familiares y amigos: compadecernos, en el sentido de ayuda y sacrificio, de las personas allegadas es una prioridad. Los vínculos directos no deben desatenderse.

– Humanidad: podemos empezar por nuestros compatriotas, pero generando comprensión y benevolencia hacia todos los seres humanos sin distinguir raza o condición.

– Animales: nuestros compañeros en la “nave espacial tierra” merecen respeto y habría que evitar crueldades innecesarias.

– Plantas: aunque privadas de voz y movimiento, son seres sensibles que merecen también respetuosa consideración. Proteger la tierra y las plantas es parte de la conciencia ecológica que debemos desarrollar si queremos que haya futuro para la vida en el planeta.

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