La complicidad con los viajes ilegales

La complicidad con los viajes ilegales

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A miles de dominicanos, en los últimos 30 años, se les abrieron las puertas de la prosperidad y de la seguridad familiar, cuando, al arriesgarse en frágiles embarcaciones, hicieron el peligroso viaje a través del canal de La Mona, para luego dar fácilmente el gran salto hacia New York, que veía poblarse sus calles de una migración, que poco a poco, se ha convertido en una fuerza laboral, y hasta política, de consideración.

La atrayente prosperidad norteamericana, así como la europea lo es para los habitantes del norte de Africa y lo fue para los turcos en la década del 60, era y es la meta de las grandes masas de pobres de los países al sur del paralelo 25, que buscan por todos los medios arribar a sus costas para establecerse, primero escondiéndose de las autoridades de esos países, luego, al comenzar a trabajar y lograr un estatuto legal, que en los últimos años se ha tornado más difícil, enviar sustanciosas remesas a sus familiares que quedaban en sus tierras natales, fortaleciendo las reservas de los países subdesarrollados con divisas fuertes que necesitaban para sus deudas externas y el pago de sus importaciones.

Millones de seres de América Latina, Africa, y parte de Asia, han encontrado en Estados Unidos y la Unión Europea la estabilidad económica, y han contribuido con sus trabajos a la prosperidad de las naciones anfitrionas, que si bien sacude a las rancias sociedades sajonas y provocan un rechazo, al final, han tenido que aceptar la fuerza de masas de seres humanos que buscan evitar morir en sus naciones. Ahí se les niega la subsistencia, y la corrupción de los gobiernos prevalecientes, han sido culpables de que hayan caído en el atraso y en la resignación de ver como aumenta más la pobreza, las oportunidades de trabajo se reducen, y más ahora, por el acelerado proceso de globalización, en que las naciones ricas, aprovechándose de la mano de obra de estos países, nos inundan y nos obligan a abrir los mercados para fortalecer las economías de sus nacionales.

Dominicana ha estado en el vórtice de la tormenta migratoria. Se ha debatido entre las necesidades de evitar los viajes, persiguiendo a los patrocinadores, o permitirlos con una sutil complacencia en que la Marina de Guerra y otras autoridades, hacen el mínimo esfuerzo para localizar a quienes los organizan con tanta facilidad. En frágiles embarcaciones, dan el gran salto a Puerto Rico, desde donde prefieren viajar al territorio continental de Estados Unidos. Ahí por lo general ya tienen parientes o amigos que los esperan para ponerlos a trabajar, ahora en condiciones de ilegales permanentes, lo cual se les dificulta establecerse, pero al menos es una fuente segura de remesar divisas al poco tiempo de estar en ese país.

Cuando los viajes ilegales se popularizaron en la década del 70, las autoridades prefirieron hacerse de la vista gorda por la seguridad de que iba a ser una fuente segura de envío de dólares. Así ocurrió, y se vieron muchas poblaciones cambiar de características con la mejoría de viviendas, nuevos negocios que surgían por doquier por la demanda que estimulaban los familiares que aquí quedaban. De esa manera era difícil perseguir con tesón a los organizadores de esos viajes, que al final de cuenta fortalecían las reservas del Banco Central. Incluso se decía que era necesario condecorar a los organizadores de los viajes, que llevan tanta gente a ganar dólares, luego, parte de los mismos, los enviaban al país para sus inversiones, ya que no olvidaban su tierra. Por eso las remesas se han elevado por encima de los dos mil millones de dólares anuales en donde la cuota correspondiente a los que se fueron ilegalmente cubre más de un 50% de ese ingreso de dólares.

La rigurosidad con que los norteamericanos están persiguiendo a los viajeros ilegales, y las exigencias que le han establecido a las autoridades dominicanas, incluso para poder cooperar con el país, ha obligado a que la Marina de Guerra refuerce su vigilancia, aun cuando todavía se dan casos, como el más reciente de los viajeros que retornaron diezmados por la costa de Nagua, fueron despedidos con alegría por los marinos que hasta disparos al aire hacían para festejar una salida más de una embarcación que llevaba un conglomerado de seres cargados de sueños de mayor prosperidad y ayudar luego a sus familiares.

La única forma de enfrentar los viajes ilegales, aumentados al máximo en los pasados cuatro años por el empobrecimiento del país, es si el alto grado de confianza que se percibe en el país, contribuya a que surjan más empresas y empleos, y las oportunidades para un mejor futuro, se arraigue en la población, desilusionada con los pasados gobiernos, ya que veían a sus integrantes buscar tan solo la forma de enriquecerse, mientras la pobreza mantenía un ritmo creciente.

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