La confesión

La confesión

Cuando el Presidente de la República y algunos de sus ministros más cercanos dicen que hay que cambiar el modelo económico, es de preocuparse.

¿Para qué cambiar un modelo que ha sido tan exitoso que todos los años la economía nacional crece sólo por debajo de China, India y Brasil?

¿Cómo es posible que se hable de cambiar una situación como la que viven muchos funcionarios del Gobierno?

¿Acaso hay un refrán tan sabio que elimine aquel que reza: lo bueno no se cambia?

¿Qué es lo que anda mal?

Los colmados y supermercados están llenos de productos extranjeros. Las recaudaciones de las aduanas revientan los lugares donde guardan los depósitos del Gobierno.

La dirección de Impuestos Internos logra cifras de recaudación nunca vistas.

El precio de los combustibles, incluido el gas de cocinar, es cada vez más alto.

La producción  agrícola es insuficiente para el consumo creciente de criollos, haitianos y turistas.

El dulce de guayaba viene de Brasil, latas conteniendo tomates italianos compiten con uno de los pocos renglones en los cuales somos autosuficientes.

Y paro de contar, porque todos compramos o vemos, olemos o lamentamos que el país abandone el campo, deje de producir, se dedique a  importar y  viva la danza de los millones del crecimiento económico.

¿Qué es lo que anda mal?

La falta de visión, el vivir de espaldas a la realidad nacional, les permite pensar que el país atraviesa una época de bonanza debido al crecimiento de su economía personal, por el ejercicio de malas artes.

La situación del país es cada día más precaria y en vez de crecer en términos de empleo disminuye, decrece la producción de granos, víveres, hortalizas, carnes leche.

La nación es mal administrada.

Seis años después de estar en el poder el Gobierno dice que debe cambiar de modelo económico.

La falta de una planificación adecuada que permita el auto-abastecimiento de los alimentos, que podemos y debemos producir, significa que necesitamos importar comestibles extranjeros y no producimos divisas en cantidades suficientes.

Entonces el Gobierno dice: hay que cambiar el modelo económico.

Mientras, mantienen el equilibrio tomando prestadas sumas tan altas que cualquier día podríamos vernos ante la imposibilidad de pagar siquiera los intereses.

¿Y entonces?

La irresponsabilidad de navegar sobre un tiempo de bonanza personal hace perder la perspectiva de la realidad.

El gobierno confiesa y dice que necesita préstamos para manejar la economía.

¿Y cuándo se agoten las fuentes de préstamos?

El día menos pensado, puede haber un movimiento popular que nos introduzca en un caos político y social de proporciones y pronóstico reservado.

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