La confianza que falta por crear

La confianza que falta por crear

Las juntas electorales municipales, estructuras en dispersión territorial para las consultas ciudadanas, deben ejercer con transparencia y equilibrio las funciones que les asignan.Mostrar entereza y capacidad para guiar cada paso institucional sin torcerse para ningún lado. Tienen explicación las dudas que afloran sobre la forma en que antes se decidió integrar a muchas de ellas. El propósito de agenciarse ventajas previas a los torneos mediante cabildeos y persuasiones entre bastidores parece muy propio de la tradición política. La gente que logra algún poder no se anda durmiendo y si no puede tomar la sartén por el mango para la supremacía sobre mecanismos de sufragios y deliberaciones tenderá, como certifican notables antecedentes, a procurar conexiones que faciliten manejos a distancia. El reciente estallido contra el Tribunal Superior Electoral es preocupante señal de intolerancia a ejercicios independientes.

Cada segmento de la estructura que recibirá las decisiones del electorado, velando siempre por el fiel cumplimiento de las reglas del juego, deberá ser conformado por consenso, como se espera. A satisfacción, o mínima satisfacción de los contendientes puestos en sus marcas. Que les lleve a un nivel de suficiente confianza basada en la trayectoria y prestigio de las personas escogidas o porque la conjunción plural de ellas serviría para impedir que algún sector se salga con la suya.

Un largo camino hacia el progreso

Hipólito Valenzuela, alcalde de Pedro Santana, en Elías Piña, no se siente ajeno a problemas de su comunidad aunque las soluciones correspondan a otro poder. No podría, con su ayuntamiento, aplicar una efectiva política de generación de empleos; ni frenar con tan pocos recursos y medios la deforestación que deja la tierra pelada en su jurisdicción. El hospital que necesitan los «pedrosantanenses» tendría que caer del cielo o construirlo el Gobierno.
Un Gobierno que retiene a su albedrío buena parte de lo que constitucionalmente corresponde a los cabildos, debería sentirse moralmente obligado a atender carencias que el ejercicio municipal y de descentralización democrática no puede llenar. Con Pedro Santana ocurre que está a la vera de la pobreza extrema de los haitianos y lejos de donde se firman los cheques.

 

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