El ascendente comportamiento de los precios del petróleo, constituido en una amenaza a la economía del mundo, lesiona con intensidad a los dominicanos encareciendo costos de producción y consumos, y para peor efecto origina una contradicción delicada entre gobernantes y gobernados.
Sabido es que la estructura impositiva nacional intensifica, vía los derivados excesivamente gravados, las alzas externas. El justo reclamo que en este momento formulan amplios sectores es que el Estado reduzca su presión sobre los precios de combustibles que inciden en el costo de la vida.
Perniciosamente, el grueso de la tributación de este país sigue descansando en recaudaciones aplicadas al gasto y a la energía; no sobre los altos ingresos de individuos y entidades, a pesar de que la acumulación de riqueza y la ostentación son muy visibles y contrastan con la debilidad adquisitiva y la pobreza de las mayorías. La injusticia expresada en un fisco de brazos desiguales va en contra de la necesidad de reducir el peso desproporcionado que los costos del petróleo ejercen sobre los ciudadanos, lo que reclama una poderosa voluntad política dispuesta a cambiar la inequidad.
Preocupación por el desayuno
Las dudas sobre la calidad de la leche que se servía en el programa de Desayuno orientado a los escolares que generalmente llegan pobremente alimentados a las escuelas han permanecido. Las denuncias que al efecto han causado preocupación a la sociedad debieron ser puestas de inmediato bajo examen minucioso de organizaciones o personalidades independientes del poder. Incluso con el concurso de entidades del crédito de la FAO y UNICEF, para solo mencionar dos.
El papel que el Estado tiene que jugar frente a los cuestionamientos debe estar orientado, con firme responsabilidad y celo, a desentrañar la verdad, con el compromiso de aplicar sanciones administrativas o entregar el caso a la justicia si alguna negligencia o falta grave queda en evidencia. La ciudadanía quiere cuentas claras y medidas ejemplarizadoras.