La confusión

La confusión

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
No en balde decía el presidente Ulises Heureaux (Lilís):  no me remeneen el altar porque se caen los santos. Se refería a una discusión de jóvenes que intentaban medir la proceridad de los Padres de la Patria. Nos meten por debajo de la puerta homenajes a personajillos y a maleantes, como si se tratara de oro de buena ley. No tenía razón Henríquez y Carvajal cuando  dijo que América era infeliz porque reconocía a sus grandes vivos cuando eran grandes muertos, no lo creo, es infeliz porque premia vivos a grandes bandidos.

 Ningún grande vivo escapa a meter las dos patas como lo hizo el general Pedro Santana, cuya espada refulgente brilló con el sol de las principales batallas de la Independencia y de la Consolidación de la República, hasta caer en la sima más profunda auspiciando e imponiendo la anexión a España.

Lo oportuno es que se rindan los máximos honores a los grandes héroes cuando hayan pasado a mejor vida.

Quisiera no tener razón cuando digo que debe descontinuarse la práctica de bautizar edificios públicos con nombres de persona vivas, porque el día menos pensado descubriremos que tal persona lo que merecía era el rechazo y el olvido.

No hay que dejarse llevar por el entusiasmo. El ron, para que tenga el sabor, la textura, el color y la calidad más alta, debe tener el período de añejamiento adecuado, en las barricas de determinado tipo de maderas, a una temperatura estable y a la sombra.

Dejemos que el tiempo decante los méritos de cada cual y al final, pesemos a ver si las buenas acciones inclinan la balanza y entonces tomemos la decisión.

Vuelvo con el ejemplo del general Pedro Santana ¿lo medimos por Las Carreras, por el 19 de Marzo o por la anexión a España?

Apena ver como a un cualquiera que ha ocupado una posición política fruto de componendas, lealtades borregunas, adulación o cualquier otra bajeza, recibe honores militares en el acto de su enterramiento.

Ello incluye a militares traidores a la Patria, asesinos, ladrones, violadores de los derechos humanos.

Y, por supuesto, a políticos prevaricadores, chaqueteros, servidores de las peores causas, vendidos al peor postor en contra de los intereses de la República, pero ocuparon una posición de Secretario de Estado o de Legislador.

Entonces, la generación actual y las venideras tienen como paradigmas, como ejemplos a seguir traidores, funcionarios venales, asesinos, políticos mercenarios.

Hay, pues, que revisar la ley que regula bautizar edificios construidos con dineros públicos y los honores que se confieren a las personas que  mueren.

Ello, porque como decía el ilustre poeta Andrés Eloy Blanco de Venezuela de su país:

«más poblado en el cielo que en la tierra que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere fuera»

Si seguimos premiando lo que no sirve ¿qué país dejamos a nuestros descendientes?

Descontinuemos la confusión. Que se premien los méritos que den brillo a la Patria y una conducta de vida decente.

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