REYNALDO R. ESPINAL
En el contexto de sociedades de las nuestras – signadas desde su nacimiento por el autoritarismo y la arbitrariedad del poder – se nos ha inculcado la falsa idea de que el conflicto es dañino, que hemos de evitar a toda costa su surgimiento.
Los valedores de esta tesis defienden una idea de paz propia de la Roma Imperial. La «Pax Romana», denominada también «Paz de cementerio», consistía en silenciar a base de sangre y fuego todo asomo de conflicto.
En una democracia débil e incipiente como la nuestra, precisamos de ir superando – comenzando por aquellos que ostentan la rectoría de los destinos públicos – la falsa idea de que los conflictos suponen siempre un mal a evitar.
Cada vez con más insistencia se insiste sobre todo desde los ámbitos académicos – que aquello que ocupan posiciones de liderazgo político, social, empresarial o de otra índole, inviertan algún tiempo y recurso para formarse en las herramientas propias de una especialidad que cada día va siendo más demandada : La Conflictología.
Esta especialidad viene a ser una especie de condensación de todo lo que las disciplinas de las ciencias sociales han podido investigar sobre la realidad tan compleja como omnipresente del conflicto.
Así como en nuestra dinámica psíquica es un error creer que se resuelve un conflicto silenciándolo o negándolo, en democracia hemos de aprender a no reaccionar defensivamente ante la emergencia del conflicto. Este contiene en sí un potencial transformativo y lo que hemos de aprender es a abordarlo con inteligencia, creatividad y responsabilidad.
Lo antes dicho no supone negar que los conflictos, cuando se abordan irresponsable y manipulativamente, pueden terminar en dolor y tragedia. En esta visión se impone la lógica del exterminio y el paradigma que los especialistas de Harvard han denominado «Ganar Perder», el cual se sustenta en la falsa concepción de que mi aparente «éxito» solo será posible si elimino a toda costa a mi oponente o engaño a mi socio.
Nos hace mucha falta incorporar el paradigma ganar- ganar a nuestras relaciones humanas y sociales. Asumir que debo considerar los intereses y motivaciones del otro como válidas y – desde esta perspectiva – ver en qué medida puedo también satisfacerlas.
Muchos gobiernos del mundo poseen en la actualidad y al más alto nivel de Estado un gabinete especializado que asesora a los ejecutores de políticas en esta materia. Desde allí pueden elaborarse diagnósticos de conflictividad, asesorar procesos de negociación, desarrollar mecanismos científicos de interlocución entre el Estado y la Sociedad Civil en temas conflictivos.
En el ámbito judicial, empresarial, académico, vemos un interés creciente por esta temática, que deviene como un saber vital en sociedades con tantos conflictos reales y potenciales.
Conviene recordar, sin embargo, que es a nivel personal y familiar donde hemos de iniciarnos en el manejo sabio de nuestros conflictos. Con ellos hemos de lidiar desde el nacimiento hasta la muerte, y es mejor saberlos abordar que pretender, ingenuamente, ignorarlos o marginarlos de nuestras vidas.