Un día 6 de noviembre 178 años atrás fue firmada la ley de leyes o pilar jurídico del Estado, tras la emancipación del dominio extranjero lograda meses antes por un movimiento libertario dirigido por Juan Pablo Duarte con el concurso de valientes e idealistas compañeros que con esfuerzos y sacrificios apadrinaron el nacimiento de la República desde la sociedad La Trinitaria.
Hoy, tras avatares históricos, su texto renacido y actualizado permanece fuera de las manos ignominiosas que lo desconocieron en diferentes etapas del discurrir republicano. Mancillado por enemigos de la rectitud de sus mandatos en defensa del interés nacional, la justicia, la autenticidad democrática y la soberanía plena.
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Tras la flagrante vulneración de 1963, apenas resurgida la democracia post dictadura, la Constitución fue defendida a sangre y fuego en 1965 en firme demostración de que los dominicanos no aceptarían nuevas rupturas del orden legal creado con heroicidad por sus antepasados ante el invasor haitiano, el anexionismo de 1861 y los golpistas e intervencionistas de la era moderna.
La adhesión erguida a la constitucionalidad de esta sociedad trajo al presente una ley sustantiva que consagra meridianamente «el respeto a la dignidad humana, los derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la separación e independencia de poderes públicos». Conservar en alto los valores constitucionales asumidos por la nación, y defenderlos cada vez que sea necesario, es obligación patriótica.