La Constitución y el futuro de los jóvenes

La Constitución y el futuro de los jóvenes

POR MU-KIEN ADRIANA SANG
¿Qué les queda a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?

¿Sólo graffiti? ¿rock? ¿escepticismo?

También les queda no decir amén, No dejar que les maten el amor Recuperar el habla y la utopía Ser jóvenes sin prisa y con memoria Situarse en una historia que es la suya No convertirse en viejos prematuros.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina?

¿Cocaína? ¿Cerveza? ¿Barras bravas?

Les queda respirar, abrir los ojos Descubrir las raíces del horror Inventar paz así sea a ponchazos Entenderse con la naturaleza Y con la lluvia y los relámpagos Y con el sentimiento y con la muerte…

¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?

¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?

También les queda discutir con Dios… Tender manos que ayudan, abrir puertas Entre el corazón propio y el ajeno.

Sobre todo les queda hacer futuro A pesar de los ruines del pasado  Y los sabios granujas del presente. Mario Beneditti

Me invitaron a dar una conferencia sobre Constitución e Historia a un grupo de jóvenes estudiantes de diversos liceos de San Cristóbal, Haina y Azua. Estos jóvenes participan en el proyecto ¡Por Una Nueva Ciudadanía! Cuando llegué el salón estaba repleto. Cientos de jóvenes acompañados por sus profesores esperaban a la conferencista. Pude observar que muchos habían llegado preparados para la conferencia. Observé a algunas jóvenes maquilladas con esmero, otras lucían pendientes llamativos, otras peinados elaborados llenos de gomina. Cuando entré noté a un pequeño grupo que vestía una larga túnica azul. Pregunté a uno de ellos por qué estaban vestidos así. Me contestó que era la banda juvenil que había sido invitada a tocar. Al poco tiempo subieron al escenario a (des)entonar las notas de nuestro himno nacional. Las flautas iban a un compás diferente de los instrumentos de percusión. De todas maneras los presentes creo que percibimos la conocida melodía y nos levantamos con inusitado respeto. Luego les aplaudimos con entusiasmo. Se inició la actividad con la consabida presentación de la conferencista.

Decidí hacer un recuento histórico lo más rápido posible para no aburrirlos. Conté sobre las 37 reformas que hemos literalmente sufrido como pueblo. Un país tan joven, con apenas 160 años de existencia ha tenido 38 Constituciones ¡Vaya Hazaña la nuestra!. Les dije que el móvil de estas reformas era únicamente para adecuar la Ley Fundamental nuestra a los intereses del grupo de turno, tal y como sucedió en el año 2002, última reforma, último golpe mortal a la voluntad general. Me escuchaban con atención. Cuando finalicé, vi un ejército de manos levantarse para hacer preguntas. Me quedé sorprendida de la participación de algunos de ellos. Sus inquietudes giraban en torno a la actualidad. Llovieron las criticas a los partidos, al ejercicio utilitario y personal del poder, a la corrupción y sobre todo al irrespeto sistemático a la Constitución. Uno de ellos, bien enterado de las reformas constitucionales que se habían producido en el país a lo largo de nuestros 160 años de vida republicana, hizo galas de sus conocimientos. Al final, cuando salía, se me acercó y me confesó que su sueño era ser abogado, pero que no sabía si podría materializar esa aspiración tan anhelada porque no tenía los medios.

Mientras respondía a la lluvia de preguntas de todos los tipos y todos los colores, pensaba muchas cosas. ¿Qué le deparará el futuro a estos jóvenes? ¿Podrán algún día alcanzar sus sueños? ¿Podrán contar con una sociedad más igualitaria que les brinde las oportunidades que se merecen? ¿Serán arrastrados por la vorágine del tener y negarán el ser? ¿Serán sometidos de por vida por la injusticia de haber nacido en hogares pobres y marginados?

El acto terminó con la despedida de una de las profesoras. Sus palabras preparadas, estaban plagadas de errores de sintaxis, y a todas luces se evidenciaba la falta de información y formación sobre el tema. La escuchaba con tristeza, y entonces pensé en cuán pobre y deficiente es nuestra educación. Si esta mujer trabajadora, entregada en cuerpo y alma a su tarea de educar, no posee una sólida formación ¿cómo puede ella ayudar a los jóvenes a superar sus lagunas? ¿Cómo puede avanzar un país con una educación donde no se hace una verdadera inversión en la formación de maestros? ¡Cuántos contrastes en esta sociedad! Una educación en condiciones deplorables, contrasta con el lujo y la opulencia de los sectores más privilegiados! Estamos en el siglo XXI, y la educación dominicana arrastra décadas de atraso. ¿Cómo vas a competir en una era de globalización? ¿Cómo pretenden que estemos a la altura de los países grandes?

Salí envuelta en sentimientos contradictorios del lugar. Feliz porque había cumplido con la invitación de estos maestros, y al parecer, los jóvenes salieron contentos. Triste porque tenía la certeza de que muchos de esos jóvenes con bríos y deseos de superación no podrían materializar sus sueños. Triste porque constaté una vez más, con profesores concretos, cuán lejos está nuestro sistema educativo de llegar a la excelencia.

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msang@pucmm.edu.do

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