La Constituyente

La Constituyente

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
La falta de continuidad y aquello de que “cada maestro tiene su librito” son parte de los graves problemas nacionales en aspectos medulares en el camino hacia la búsqueda de la felicidad. Ahora el presidente Leonel Fernández habla de la reforma constitucional como si tal acción fuese la panacea para la solución de los problemas nacionales.

La historia constitucional dominicana está plagada de ventajismo, oportunismo, imposiciones y mal uso del poder delegado por el pueblo a los distintos partidos que han manejado la mayoría congresional para hacer lo que les viene en ganas.

La reforma constitucional es necesaria para adecuar el texto a la democracia, ya que el marco conceptual de la actual Ley de Leyes está signada por el mismo espíritu, la misma filosofía que produjo la Constitución de 1844, que fue un modelo de autoritarismo.

La Constitución no debe ser reformada como si se tratara de un traje hecho en serie que se coloca en una vitrina y un parroquiano acude a la tienda, se lo prueba, le queda más o menos y decide llevarlo, aunque tenga que someterlo a pequeños arreglos donde el sastre amigo.

La Constitución debe ser un traje a la medida de las necesidades y aspiraciones del pueblo dominicano.

La Constitución debe salir del marco creado por las malas costumbres de abogaduchos y politiqueros, comerciantes y eclesiásticos que imponen sus soluciones, por encima de las soluciones que necesita el país.

La Constitución debe ser fruto de una Asamblea Constituyente con diputados elegidos por el pueblo.

Para esa elección debe crearse un número de circunscripciones electorales igual al número de diputados a elegir y cualquier ciudadano tendrá derecho a presentar su candidatura, sin ningún requisito adicional a que se inscriba en una Junta Electoral, sin necesidad de ser presentado por un partido político.

Esa Constitución debe ser fruto de propuestas realizadas por los aspirantes a diputados, por los partidos políticos, por los distintos grupos que conforman y participan en la vida nacional, independientemente de las logias donde se cocinan fórmulas que, las más de las veces, no son las mejores y más convenientes para el país.

Reforma constitucional, sí, pero ¿cuál?

¿La de reelección o no reelección, para beneficiar a un candidato o un partido? De eso ya está bueno.

La reforma necesaria debe ampliar la base de la democracia y disminuir el poder de la autoridad, que se desborda sin que haya controles legales y constitucionales que frenen los excesos y puedan ponerle fin a los mismos.

Es preciso crear mecanismos que permitan al pueblo manifestar su oposición, su rechazo o su respaldo a los gobiernos en ejercicio, con instrumentos más ágiles que las elecciones de medio tiempo, uno puede ser el referéndum.

Crear una Diputación provincial que maneje las relaciones gobierno-provincia e intermunicipales es un escalón importante en la democratización y descentralización.

Que los Gobernadores provinciales y los procuradores fiscales de los distintos Distritos Judiciales sean funcionarios elegidos para que representen realmente la sociedad a la cual deben servir.

Hay mucho que proponer, discutir, consensual, enmendar, pero lo más importante es que la Constitución sea modificada por una Asamblea Constituyente cuyos diputados sean electos de manera directa, como propuse antes.

Vamos a ver. Lo cierto es que la Constitu- ción no soporta más remiendos.

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